Buscando blogs sobre política internacional, di con el sitio del licenciado y asesor de radio Arturo Archondo, quien es de Bolivia y escribe mayormente sobre temas políticos. Allí encontré una publicación muy bien resumida sobre la crisis norteamericana del 2009-2010, la cual pegó con diferente intensidad en los países de nuestro continente, siendo más leve de lo acostumbrado en aquellos estados que aplicaron medias socioeconómicas con mayor autonomía. Es interesante su forma de reflexionar acerca de la oportunidad que representan los momentos “de riesgo” en un país, para sentar las bases de un giro hacia la dirección opuesta, ocasionado por un inevitable choque de estructuras que tiene como base al poder económico.
P.D. sé que estas palabras son familiares para muchos, pero nunca está de más afianzar aquello que nos hace elegir un determinado camino de acción.
"¿Cuál será ahora la nueva estrategia que se intentará aplicar desde los centros del poder capitalista, para enfrentar la crisis en la que ha caído este sistema?
Los propugnadores del mismo anticiparon los problemas actuales hace ya varias décadas y allí, en Washington, la capital norteamericana, centro del poder imperial, alcanzaron una especie de consenso para solucionar, o por lo menos postergar, la debacle que se avizoraba.
Esa estrategia consistió en acentuar la exportación de sus capitales excedentes a diversas regiones del mundo, para acrecentarlos y luego reinyectarlos en sus economías.
Consistió en acabar con todas las barreras arancelarias que mantenían los países dependientes, de modo que las empresas multinacionales pudieran operar sin ninguna restricción, alcanzando el máximo de ganancias.
Consistió también en invadir con sus productos los nuevos mercados, aunque con esas medidas se destruyeran las economías más pequeñas.
Se trataba de dominar absolutamente el mercado del dinero, supeditándolo a los intereses exclusivos del capitalismo, en una fórmula conocida como un liberalismo nuevo o un neoliberalismo, término con el que se buscó globalizar la estrategia.
Se vendió así o, más bien, se impuso casi por la fuerza, la vigencia del libre mercado con ajustes estructurales que fueron diseñados por tecnócratas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.
Los resultados de esta experiencia, como muy bien lo sintieron nuestros países, particularmente los de América Latina, entre ellos Bolivia, fue el drenaje masivo de las riquezas nacionales y la extracción de capitales en una especie de saqueo que, según expertos internacionales, fue varias veces superior al saqueo de los más de 300 años que sufrieron nuestros pueblos en la etapa colonial.
Se acentuó la pobreza, se incrementó el desempleo, se elevó enormemente la migración hacia los países desarrollados, subieron las tasas de desnutrición y enfermedades prevenibles, se multiplicaron los problemas sociales y las economías de nuestras naciones quedaron prácticamente quebradas.
Pero ni así, con esa salvaje arremetida, el capitalismo pudo resolver sus falencias internas y, a pesar de muchas medidas que se fueron adoptando a lo largo del tiempo, no pudo evitar que llegara la crisis.
Ahora parece venir el colapso.
De la recesión se está marchando a la depresión, la cual amenaza con durar muchos años.
Queda, entonces, la pregunta, de cuál será la nueva estrategia que se intentará elaborar y aplicar para poner algún freno a la crisis.
Y aquí es donde aparece una respuesta que tiene alcances siniestros.
Esa respuesta tiene que ver con la precipitación de nuevas y multiplicadas guerras en diversos lugares del planeta porque, tradicionalmente, la guerra ha actuado como un mecanismo capaz de reactivar las economías.
En el pasado, cuando una nación enfrentaba problemas económicos, invadía a otra, y se apropiaba de sus riquezas, de sus alimentos, y se llevaba a sus hombres para esclavizarlos y a sus mujeres y niños para explotarlos de diversas maneras.
En los tiempos modernos la cosa no ha cambiado, como se comprueba con la guerra de Irak, país cuyas enormes reservas de petróleo ahora se hallan en manos del país invasor, en este caso, los Estados Unidos.
La multiplicación de las guerras, pues, parece que ha de constituir uno de los caminos que éste buscará para paliar el dramático momento que está empezando a vivir.
La invasión de Israel al territorio palestino, con el argumento de combatir al terrorismo, se muestra como un anticipo de esa estrategia.
También se puede pensar en otras guerras más pequeñas, disimuladas con la etiqueta de lucha contra el terrorismo o contra las drogas, que se librarían en otras regiones del planeta.
La industria de la guerra, la fabricación de armas, no debe olvidarse, genera ganancias extraordinarias en tiempos de conflictos internacionales.
Ahora bien, por el lado de nuestros países latinoamericanos, ¿cuál debería ser el camino para encarar esta crisis global?
Los especialistas hablan de la necesidad de construir un sistema económico interno que apoye el desarrollo desmarcándose lo más posible del sistema capitalista que prevalece en las naciones del norte (…)
Se deberá, en esa línea, consolidar la integración de nuestros países, ampliando nuestros mercados en términos de solidaridad, poner a funcionar el Banco del ALBA y otras entidades financieras que impulsen el progreso, desarrollar proyectos conjuntos de impacto regional.
Construir un nuevo modelo de desarrollo que pueda, a largo plazo, reemplazar al sistema capitalista que está haciendo aguas. (…)
América Latina debe encarar una gran movilización, una gran lucha contra la crisis, que comprenda no sólo a los gobiernos sino, sobre todo, a los pueblos, a las organizaciones sociales (…)
Las crisis, se va diciendo por ahí, constituyen al final nuevas oportunidades.
La crisis del capitalismo, que ahora aturde a las potencias, debe ser la oportunidad que aprovechen nuestros pueblos, para liberarse de ese sistema de injusticia y explotación".
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