“Giovanni Frau está sentado tranquilamente, protegido del sol de la tarde, en la plaza de Orroli, un pequeño pueblo en la isla mediterránea de Cerdeña, al este de Italia. Frau llama poco la atención de los paseantes, pero es una celebridad en el pueblo, porque a sus 111 años, bien puede ser la persona más vieja en el mundo.

Frau no es el único que destaca por su vejez en Cerdeña. Su amigo Vincenza Orgiana, que vive a su lado, acaba de cumplir 106 años, y durante el último año, otras 5 personas en el pueblo han festejado sus 100 años. Todo esto en un pueblo con una población de tan solo 2748 personas. De hecho, las cifras indican que 220 sardos tienen al menos 100 años, dos veces más que el número en países vecinos con poblaciones mucho más grandes.

Hay varios sitios en el mundo que tienen una cifra inusualmente elevada de personas muy ancianas. Cerdeña es uno de ellos, el norte del Cáucaso es otro, y un tercer lugar es la isla japonesa de Okinawa al este.
¿Qué factores explican esta longevidad?
Desde luego no son los sofisticados avances médicos en los que los europeos tienen tanta fé, puesto que muchos habitantes de Orroli jamás han visitado un médico ni han acudido a un hospital.
Una teoría es biológica: todas estas regiones están aisladas, con una mezcla genética limitada que puede desempeñar un papel crucial en otorgarles una larga vida. Pero el factor más importante es probablemente cultural, sin descontar la dieta y las pautas de actividad física.
Los sardos que habitan en zonas rurales no comen alimentos procesados ni grasas saturadas. Al contrario, comen grandes cantidades de frutas y verduras de la cosecha municipal, toman muy poco azúcar, y disfrutan de una pequeña ración de vino local todos los días. (Los sardos habitualmente alzan sus copas con un brindis que dice: “¡Que vivas hasta los 100 años!”). Como no tienen televisores ni otros medios de comunicación, y disponen de pocos recursos para comprar electrodomésticos o herramientas sofisticadas, tienen vidas basadas en el trabajo físico diario.

Quizás el factor más importante sea un conjunto de valores tradicionales que refuerzan el sentimiento de pertenencia a la comunidad, y dan sentido a sus vidas. Ellos están en el centro de la comunidad, a diferencia de lo que ocurre en la sociedad occidental, acostumbrada a marginarlos socialmente.

Los ancianos sardos son guardianes indispensables de las tradiciones y presiden todas las ceremonias, donde transmiten todo su conocimiento a los más jóvenes. Los ancianos se sienten indispensables, porque en sus mentes y en las de todos los demás, lo son”

Fuentes: basado en Israely (2002), Benet (1971) y Spencer (1998)