Ludovica

“Desde que los hombres no creen en Dios, no es que no crean en nada: creen en todo”, decía Chesterton, y el auge de horóscopos, autoayudas diversas, las más increíbles disciplinas seudocientíficas y esoterismos varios parece, en este fin de siglo, corroborarlo.
Sin dudas el fenómeno es de largo alcance, tanto que no bastó la condena explícita del mismísimo Juan Pablo II para detener el consumo voraz de este tipo de literatura.

El horóscopo chino de Ludovica Squirru es ya un clásico de cada fin de año en ambas orillas del Plata. Con un diseño básico que año a año se repite aparentemente sin desgastarse, sería interesante poder saber en qué medida quienes compran el horóscopo de marras, creen en lo que leen o los alienta una curiosidad egocéntrica por encontrarse retratados en las palabras generalmente laudatorias del horóscopo.

Squirru fluctúa constantemente a lo largo del libro; con secciones donde prevalece la disciplina por sobre el espectáculo a otras en las que se da lo contrario. El lector pasa entonces y con la mayor naturalidad de la cultura maya a la descripción de las características de cada animal, en donde palabras como macromambo, egotrip y las onomatopeyas más diversas marcan el relato para luego sumergirlo en la mística milenaria del I-Ching (generalmente con la participación de alguna autoridad legitimante) donde todo vuelve a mezclarse.
Es increíble la capacidad de la autora para cada año repetir lo mismo en la parte medular del libro: las características de cada animal son descritas de manera similar en cada edición y, para peor, no varían sustancialmente de un animal a otro. Casi todos son mas o menos proclives al arte, aman la naturaleza, son buenos amigos o perfectos amantes. Ningún signo registra tendencias homicidas, o una declarada convicción terrorista. Sin embargo, las predicciones basadas en el I-Ching pueden resultar de lectura agradablemente poética y abierta, donde el lector es invitado a colaborar interpretativamente.

Pero, lo que es fundamental para que el horóscopo sea un best-seller anual es Ludovica misma, una especie de sacerdotisa paródica, cómica, frívola y descarada.
Con tremendo carisma, Ludovica Squirru construye su personaje inteligentemente, seduciendo al público y vendiéndole un producto que es por momentos serios y por otros –los más- un cúmulo de lugares comunes, máscara y kitsch. Dueña de una estética cercana a Marta Minujín y el pop, con toques hippies y de la psicodelia mística sesentera (no por casualidad firma sus conmovedoramente horribles poemas con sus iniciales L.S.D.), Ludovica ha logrado no sólo ser masiva sino también respetada.
Pero esto porque se mueve en la difícil frontera entre la disciplina y el espectáculo. Nadie se enojará nunca con Ludovica: sería –con todo respeto- tan ridículo como acusar de farsante al buenazo de Tribilín.

María José Santacreu, año 1998

¿Y ahora como hará para compatibilizar el Horóscopo Chino a los signos-constelaciones, especialmente desde la inclusión de Ofiuco?
¿Lo justificará intentando emular el método científico?
¿Mirará los caballeros del zodiaco?