El pez por la boca muere...

"No los sigas ni los bloquees, pero te avisamos x las dudas. De todos modos, la historia de Sandra la conocen todos los de Intrusos" Miguelcontte

sábado, 13 de noviembre de 2010

La naranja mecánica exprimida de nuevo


Anthony Burgess, autor de La Naranja Mecánica, escribe este "desahogo" en la introducción del libro. Por razones de espacio, algunas partes están editadas.



Publiqué la novela A Clockwork Orange en 1962, lapso que debería haber bastado para borrarla de la memoria literaria del mundo. Sin embargo se resiste a ser borrada, y de esto la versión cinematográfica de Stanley Kubrick es la principal responsable. De buena gana la repudiaría por diferentes razones, pero eso no está permitido. Recibo cartas de estudiantes que tratan de escribir tesis sobre la novela, o peticiones de dramaturgos japoneses para convertirla en una suerte de obra de teatro noh. Así pues, es altamente probable que sobreviva, mientras que otras obras mías que valoro más muerden el polvo.


Expondré la situación sin rodeos. La naranja mecánica nunca ha sido publicada completa en Norteamérica. El libro que escribí está dividido en tres partes de siete capítulos cada una. Recurra a su calculadora de bolsillo y descubrirá que eso hace un total de veintiún capítulos. 21 es el símbolo de la madurez humana, o lo era, puesto que a los 21 tenías derecho a votar y asumías las responsabilidades de un adulto. Fuera cual fuese su simbología, el caso es que 21 fue el número con el que empecé. Esos veintiún capítulos eran importantes para mí.

Pero no lo eran para mi editor de Nueva York. El libro que publicó sólo tenía veinte capítulos. Insistió en eliminar el veintiuno. Naturalmente, yo podía haberme opuesto y llevar mi libro a otra parte, pero se consideraba que él estaba siendo caritativo al aceptar mi trabajo y que cualquier otro editor de Nueva York o Boston rechazaría el manuscrito sin contemplaciones. En 1961 necesitaba dinero, aun la miseria que me ofrecían como anticipo, y si la condición para que aceptasen el libro significaba también su truncamiento, que así fuera. Por tanto hay una profunda diferencia entre La naranja mecánica que es conocida en Gran Bretaña y el volumen algo más delgado que lleva el mismo título en los Estados Unidos de América.


Ahora bien, cuando Stanley Kubrick rodó su película, aunque lo hizo en Inglaterra, siguió la versión norteamericana, y al público fuera de los Estados Unidos le pareció que la historia acababa algo prematuramente. No es que los espectadores exigieran la devolución de su dinero, pero se preguntaban por qué Kubrick había suprimido el desenlace.


¿Oué ocurría en ese vigésimo primer capítulo? Ahora tienen la oportunidad de averiguarlo. En resumen, mi joven criminal protagonista crece unos años. La violencia acaba por aburrirlo y reconoce que es mejor emplear la energía humana en la creación que en la destrucción.

La violencia sin sentido es una prerrogativa de la juventud; rebosa energía pero le falta talento constructivo. Su dinamismo se ve forzado a manifestarse destrozando cabinas telefónicas, descarrilando trenes, robando coches y luego estrellándolos y, por supuesto, en la mucho más satisfactoria actividad de destruir seres humanos.
Sin embargo, llega un momento en que la violencia se convierte en algo juvenil y aburrido. Es la réplica de los estúpidos y los ignorantes.

Mi joven rufián siente de pronto, como una revelación, la necesidad de hacer algo en la vida.
En el vigésimo capítulo no hay ningún indicio de este cambio.
El chico es condicionado y luego descondicionado y contempla con júbilo la recuperación de una voluntad libre y violenta. «Sí, yo ya estaba curado», dice, y así concluyen el libro norteamericano y la película.


El capítulo veintiuno concede a la novela una cualidad de ficción genuina, un arte asentado sobre el principio de que los seres humanos cambian. De hecho, no tiene demasiado sentido escribir una novela a menos que pueda mostrarse la posibilidad de una transformación moral o un aumento de sabiduría que opera en el personaje o personajes principales. Incluso los malos bestsellers muestran a la gente cambiando. Cuando una obra de ficción no consigue mostrar el cambio, cuando sólo muestra el carácter humano como algo rígido, pétreo, impenitente, abandona el campo de la novela y entra en la fábula o la alegoría.

La Naranja norteamericana o de Kubrick es una fábula; la británica o mundial es una novela. Pero mi editor de Nueva York veía mi vigésimo primer capítulo como una traición. Era muy británico, blando, y mostraba una renuencia pelagiana a aceptar que el ser humano podía ser un modelo de maldad impenitente. Parece ingenuo negar que mi intención al escribir la novela era excitar las peores inclinaciones de mis lectores. Mi saludable herencia de pecado original se exterioriza en el libro y disfruto violando y destruyendo por poderes.
Es la cobardía innata del novelista, que delega en personajes imaginarios los pecados que él tiene la prudencia de no cometer. Pero el libro también guarda una lección moral, la tradicional repetición de la importancia de la elección moral. Los lectores del capítulo veintiuno deben decidir por sí mismos si mejora el libro que presumiblemente conocen o realmente se trata de un miembro prescindible.

Mi intención era que el libro concluyese de esta manera, pero tal vez mi juicio estético no era correcto. Los escritores raras veces son sus mejores críticos, y tampoco son críticos.
Coman esta porción dulce o escúpanla. Son libres.


ANTHONY BURGESS
Noviembre de 1986

Si tienen la posibilidad de leer el libro original (una obra excelente) olvídense rotundamente de encontrar parecidos significativos con la película A ClockWork Orange.
Es que al menos por hoy... le bajamos el pulgar a Kubrick, y nos ponemos la camiseta del verdadero ideólogo, Anthony Burgess.

6 comentarios:

mariarosa dijo...

yo leì la novela original y es muy buena, pero lamento recordar que cuando un artista completa su obra y la brinda al pùblico a conocer, ya no es enteramente suya...respetando la opiniòn del creador, a mì la pelìcula de kubrik me parece muy buena tambièn...las adpataciones al cine, como la puesta en escena en el teatro, son reflejo de lo que el director decine o teatro quiere mostrar....no tiene por què coincidir con la obra original....asì como el teatro es la puesta en escena, en el cine la adaptaciòn es la pelìcula y no el libro original....

Anónimo dijo...

Se supone que es una crítica a la violencia, pero más bien parece una apologia de la misma. Después de leer el libro original de A.Burguess creo que podría haber salido una película mucho mejor. La salvo por algunos aciertos de ambientación y de música, y porque hubo un tiempo en que fui un aficionado al cine de Kubrick.

Anónimo dijo...

A mí el Kubrick que más me interesa es el más convencional, el de películas como Senderos de gloria o Espartaco (de hecho, Espartaco es una de mis películas favoritas). Sin embargo, La naranja mecánica me gustó mucho. Mi memoria es un agujero incapaz de retener más que fragmentos incoherentes, pero voy a intentar recordar de todas maneras por qué me gustó. Me gustó su estética, esa rara mezcla entre rancios anacronismos y futurismo psicodélico. Me gustó su lenguaje, ese idioma lleno de palabras inventadas que resultan muy expresivas en la boca del protagonista. Me gustaron sus personajes, tan excesivos como inverosímiles. Me gustó su guión, quizás porque no tengo la manía de juzgar una película por su profundidad filosófica y me interesaron más las andanzas de esa banda de lunáticos que su posible interpretación. Y me gustó el desenlace.

Anónimo dijo...

¡que gran problema cuando un artista no sabe aceptar que la obra, una vez que es masiva deja de pertenecerle!

Justice ou Justitia dijo...

Un amigo leyó la introducción de Burgess (que es un poco más extensa que el material subido), y me dijo: "Este tipo es un resentido, sino fuera por Kubrick, muy pocos conocerían la novela".
Aunque no esté de acuerdo, veo que las tendencias de los comentarios apuntan a esa visión.
Gracias 08:49, Mary, 19:42, 21:22, 01:33 por los mensajes!

Anónimo dijo...

Kubrick dijo que no sabía que existía el último capítulo (porque en la edición americana no estaba), pero ¿quién se lo traga? jeje que genial excusa para no tener que dar explicaciones del porque decidió prescindir de ese último episodio.